EquivocARTE experience: Del teatro psicológico al poder del cuerpo y la imagen, a partir del artículo de La escena moderna de José A. Sánchez

El teatro naturalista, tradicionalmente centrado en el análisis psicológico, representa el punto de partida para comprender la evolución hacia la escena moderna. El naturalismo, al enfocarse casi exclusivamente en el ámbito mental, parece haber desconsiderado un elemento esencial: la acción física. Si bien es cierto que el teatro es un reflejo del movimiento, la atención de los naturalistas se dirigió únicamente al movimiento interno, dejando de lado el potencial expresivo del cuerpo. Es relevante recordar que, antes de Freud, el instinto ya formaba parte de la interpretación, y la psicología, aunque novedosa, limitó este enfoque integral del cuerpo y la mente en escena.

Las palabras, al convertirse en construcciones intelectuales, han ido perdiendo su esencia. Repetidas hasta la saciedad, su valor intrínseco se diluye. Ejemplos como «te quiero» o «hay que fluir» han perdido su autenticidad a fuerza de usarlos mecánicamente.

Artaud, por su parte, reivindica un teatro que trascienda lo verbal, donde la palabra sea entendida como un músculo, no como un mero vehículo psicológico. Esta noción cuestiona la supremacía del texto y abre un espacio para lenguajes teatrales como la pantomima o el mimo, en los que la palabra no es necesaria para significar, pues el gesto y el cuerpo comunican con la misma profundidad.

Así, el teatro de creación no puede limitarse al texto escrito. La puesta en escena, como subraya Brecht, es un modelo de espectáculo en sí misma, una codificación de signos que va más allá del guion. En este sentido, la escena moderna se distancia del naturalismo psicológico al rechazar la simple reproducción de la vida cotidiana y apostar por la incomprensión que fascina, lo grotesco y lo sensorial como motores del impacto escénico.

El texto nos invita a comprender el espectáculo como una fusión multidisciplinar, donde conviven y se nutren diferentes lenguajes. Este enfoque se relaciona con el aprendizaje rizomático, un método colaborativo y descentralizado que privilegia el cuestionamiento sobre la certeza. Al igual que en la educación tradicional, estamos condicionados a cumplir con objetivos predeterminados, lo que limita el pensamiento crítico. Sin embargo, la escena moderna aboga por un proceso de investigación viva, donde cada creador aporta su propio discurso, enriqueciendo la obra y fortaleciendo la expresión individual y colectiva.

El cuerpo y su movimiento son fundamentales en este tipo de teatro. Meyerhold pone en primer lugar el ritmo sobre el significado, sugiriendo que el teatro es una experiencia psicofísica que abarca tanto lo mental como lo corporal. Su método de utilizar música desde los ensayos para contagiar el ritmo refleja de algún modo la importancia de lo sensorial en la construcción escénica.

Una tendencia controvertida que surge en la escena moderna es la eliminación del actor, debido a su supuesta incapacidad para desligarse de la psicología. Algunos creadores trataron al actor como una marioneta, vacía de expresión emocional, lo que puede verse reflejado en obras como Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín de Lorca. Aquí, los personajes son fríos, casi mecánicos, lo que conecta con la estética del teatro oriental.

El dominio del cuerpo por parte del actor es crucial para provocar una respuesta emocional en el espectador, similar a la «orgía» emocional que buscaban los griegos. El circo, como señalaba Fernand Léger, dice que el cuerpo en movimiento puede generar sensaciones poderosas en muy poco tiempo, en contraposición a la delicadeza del ballet. Este enfoque resalta la importancia de la técnica corporal y acrobática, como una vía para explorar nuevas formas escénicas.

Con la llegada del cine, se abrió una nueva puerta para la experimentación. Mientras algunos, como Piscator, vieron en el cine una oportunidad para enriquecer el teatro, otros rechazaron su inclusión, especialmente los seguidores del naturalismo. En España, autores como Valle-Inclán supieron aprovechar esta simbiosis entre teatro y cine, creando obras complejas donde las acotaciones son tan importantes como el diálogo.

Otro avance fundamental fue la introducción de la luz eléctrica en escena. Adolphe Appia, por ejemplo, experimentó con las posibilidades de la iluminación para construir atmósferas y ampliar los horizontes del teatro moderno. Meyerhold y Brecht, por su parte, exploraron la deconstrucción del escenario, dejando a la vista los aparatos y estructuras escénicas para desafiar las convenciones del teatro tradicional.

El uso de textos proyectados, como recurso escénico, también ha demostrado su potencial para involucrar y estimular al espectador. Un ejemplo reciente de esta técnica es Los últimos de Sebastián Paladines, ganadora del tercer premio del Festival CreaMurcia 2024, que explora el poder visual de la palabra proyectada en escena.

Tras analizar La escena moderna, comparto la reflexión de Lunacharski: «el arte es un poderoso medio para infectar a aquellos que nos rodean con ideas, sentimientos y actitudes». El teatro de creación interdisciplinar y colaborativo promueve la transformación de nuestra realidad, fomenta el pensamiento crítico, la diversión y la alegría. Se presenta como una invitación a explorar, a fracasar y, sobre todo, a fracasar cada vez mejor.

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