Las dos representaciones que se producen en una obra de teatro

Cada vez que vas al teatro acudes a dos representaciones simultáneas. ¿Cómo es posible esto? Sigue leyendo y te lo cuento.

Cuando vamos a ver una obra de teatro, hay dos espacios: 

  1. El del patio de butacas.
  2. El del escenario, ese que Peter Brook llama “El espacio vacío”.

En esos dos espacios que comparten actor y espectador, se producen las dos representaciones.

¡Empieza la función!

Entras por la puerta principal del edificio, caminas por el hall y los pasillos en busca de los aseos, no los encuentras y preguntas amablemente a los acomodadores que dónde están al tiempo que piensas “joder, que me diga dónde está, que me meo, me meo mucho”. Logras llegar al baño, depositas aquello que tu cuerpo necesita y te dispones a encontrar tus butacas. Escuchas el murmullo del resto de espectadores, te encuentras con algún conocido, os preguntáis brevemente cómo os va la vida y termináis diciéndoos “a ver qué tal la función de hoy, luego hablamos”. Escuchas el aviso cuya oración finaliza con “apaguen sus teléfonos móviles y no está permitido hacer fotografías ni vídeos”, la iluminación se atenúa y el espectáculo va a comenzar. ¿Pero cuál? 

Te cuento que el otro día fui a ver “Las cuatro torres”, una obra de teatro dramática, con toque humorístico en ocasiones:

Un alto ejecutivo y un hombre sin techo. El poder y la pobreza. Ambos en exceso. El primero, autómata, distante, atrapado en su trabajo. Un ser acomodado en su estatus y despegado de los problemas de su entorno. El segundo, tan solitario e invisible como inteligente y reflexivo. Paradójicamente, parece feliz con lo que (no) tiene. Se conforma con el lugar al que la humanidad lo ha relegado. “Desde las escaleras de la planta 17 de las cuatro torres, es imposible distinguir los barrios ricos de los pobres. La ciudad se ve como una alfombra de edificios, aunque, al ras del suelo, el contraste es salvaje”

Fue una historia que me removió y me hizo alcanzar el vínculo entre actor y espectador. Una obra de teatro en la que lo pasé francamente mal. Y no fue por la historia representada en el escenario, sino por la realidad en vivo y en directo del patio de butacas.

Los actores comienzan a contarte la historia, empiezas a meterte dentro y entonces suenan las primeras notificaciones del móvil, convirtiéndose los dispositivos en herramientas de iluminación y sonido, colaboradores del equipo.

Alex’s thoughts: Bueno, lo apagarán o por lo menos lo pondrán en silencio, en modo avión.

Los espectadores van reaccionando, cogen sus dispositivos y los silencian. Yo sigo toda esa sucesión de acontecimientos deseando que dejen de sonar para poder seguir con la obra. La historia (del escenario) sigue desarrollándose, pero entonces una mujer recibe una llamada.

Alex’s thoughts: (enrabietado) Mujer, apaga el teléfono, vamos.

Pero como ocurre con las buenas historias, la mujer rompió con mis expectativas… ¡La mujer atendió la llamada! Se puso a hablar por teléfono en medio de “Las cuatro torres”. Imaginaos el revuelo que causó la puñetera llamada. La historia sigue.

Un hombre, ofendido, se levantó de su asiento y se dispuso a echarle la bronca, ¡todo esto al tiempo que los personajes nos iban contando el argumento empleando la voz, el cuerpo y sus emociones, las herramientas con las que el actor trabaja! Las cabezas de los de las filas delanteras empezaron a moverse de forma intranquila, de un lado a otro. El espectador no puede hacer como si nada y atiende a la situación que se produce en el patio de butacas. Oyes las quejas, la impotencia, la incredulidad que supone lo irrespetuoso de la situación.

¿No provoca esto la desconexión absoluta y pérdida del hilo del argumento que los actores llevan tantos meses preparando para nosotros?

Nos encontramos aquí en la lucha de un espectador por enterarse de la historia que cuentan los actores y la que cuentan el resto de espectadores.

¿Cómo crees que se siente el actor ante esto? ¿Crees que se desconcentra? ¿Crees que no se da cuenta?

El trabajo de los actores es admirable y es que pese a todo, están ahí enfocados en lo que tienen que estar, pendientes de su compañero y reaccionando a lo que se dicen.

Lo cierto es que los actores no sabemos qué tipo de audiencia vamos a tener y tenemos que estar preparados para ella, debemos poner nuestra atención en nuestros compañeros, en la historia que queremos contar. Lo de los teléfonos pasa a un segundo plano para el actor pero, ¡joder para el espectador! Es muy molesto ver y oír los teléfonos móviles y tener que debatirte entre “Las cuatro torres” o la función de los irrespetuosos espectadores.

Y a ti, ¿qué te parece? ¿Te has visto involucrado en esta lucha alguna vez?

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